La salud bucodental es un aspecto olvidado hasta que algo nos duele, por lo que es importante recalcar el hecho de que los buenos hábitos y la prevención son vitales para garantizar nuestro bienestar.
La Organización Mundial de la Salud estima que 9 de cada 10 personas en todo el mundo está en riesgo de tener algún tipo de enfermedad bucodental, lo cual incluye desde caries hasta enfermedades de las encías pasando por el cáncer de boca.
Sin embargo, los cambios en los hábitos de higiene bucodental y de alimentación que se producen durante el verano, junto con las altas temperaturas, provocan la proliferación de bacterias en la boca que contribuyen a que se pueda producir un aumento de patologías bucodentales.
Además, hay determinados gestos y hábitos veraniegos comunes que constituyen un peligro para los dientes. Algunos de ellos son:

Deshidratación.

La salud humana depende, entre otras cosas, de la hidratación. Un 66% del cuerpo humano es agua, y se necesita ingerir un mínimo de 2 litros de agua al día para mantener esa hidratación.
El calor o el sol intenso sobre nuestro cuerpo provoca deshidratación constante y origina la sed que intentamos paliar, sobre todo en verano, tomando bebidas azucaradas o altamente carbonatadas, que son las más perjudiciales para los dientes.
Si la boca se deshidrata, se vuelve más propensa a infectarse e inflamarse porque segrega menos saliva, provocando la sensación de ‘boca seca’, que causa problemas para tragar, hablar, comer, llevar prótesis dentarias o, incluso, puede producir dolor, irritación o quemazón de la lengua. Es necesario beber más agua que de costumbre en esta época. La saliva es esencial en la defensa frente a la caries, ya que diluye y elimina los azúcares, mantiene constante el PH de la boca y aporta el calcio y fosfato necesarios para remineralizar el esmalte.

La relajación.

Durante las vacaciones se disfruta de un estado de relajación generalizada en que se modifican costumbres y hábitos como los relacionados con la higiene bucal.
Una de cada cuatro personas deja de cepillarse los dientes de manera total o parcial. Son los jóvenes frente a los adultos y los hombres frente a las mujeres, quienes más descuidan la limpieza bucal.
No obstante, la falta de cepillado aumenta el riesgo de sufrir caries, enfermedad de las encías o, en último término, la pérdida de dientes. Además, la cultura de ‘picar entre horas’ no favorece mucho la higiene. Se recomienda, después de ingerir alimentos entre comidas, enjuagarse la boca varias veces.
El cepillado antes de dormir es el más importante porque durante la noche los ácidos que dañan los dientes se forman más fácilmente, ya que se segrega menos saliva y el hecho de tener la boca cerrada (medio anaerobio) crea las condiciones favorables para que las bacterias proliferen.

Practicar deportes acuáticos sí, pero con atención a la dentadura.

Los nadadores, que exponen sus dientes al agua con cloro y otras sustancias químicas, acumulan el sarro o placa dental mucho más frecuentemente que el resto. Las proteínas salivales se descomponen rápidamente en contacto con el pH del agua de la piscina y forman depósitos orgánicos en los dientes, de color marrón, conocido como ‘el sarro de los nadadores’.

Atención al frío y calor, pero de nuestra dentadura.

Es frecuente la experiencia de notar mucha sensibilidad en los dientes cuando se bebe algo muy frío o muy caliente. Por ello, lo más recomendable, es no provocar grandes cambios de temperatura ingiriendo alimentos fríos alternando con calientes sin permitir que los dientes «se aclimaten».
Ahora que lo sabes estas listo para disfrutar del verano sin consecuencias bucodentales desagradables.
Aunque por si acaso en te recomendamos  acudir a tu dentista al finalizar el verano para asegurarte que todo resulto bien.